martes, 3 de agosto de 2010

Quien no conozca su historia, está condenado a vivirla de nuevo.

Firma invitada: Pablo López Fernández


Harta ya de mercenarios consagrados en forma de kizitos, patos y demás especímenes apátridos, la sufrida hinchada rojiblanca llevaba ya tiempo reivindicando con ahínco que el proyecto deportivo del club girara en torno a lo único en lo que todavía nunca hemos dejado de ser grandes: un inexplicable sentimiento de anexión a unos colores de lo más habituales.

No obstante, quizás por el anhelo de auto – justificar su elitista halo diferencial con respecto a la opinión mayoritaria del campechano pueblo atlético, la línea de actuación de los directores productivos en el mercado de fichajes no sufrió grandes alteraciones… hasta que aconteció una conocida y manoseada causa de fuerza mayor.

Nuevamente, la fuerte disminución de liquidez monetaria que propician estas manidas realidades conocidas con el nombre de “crisis económicas”, obligó a un cambio de dirección: los portadores de traje con corbata estaban forzados a convencer con la pasión todo aquello que no se podía movilizar por medio de una estricta racionalidad económica.

Surgió entonces la incorporación de Roberto (olvidándose así de rellenar plantilla con neofascistas, franceses jubilados o melenudos acomplejados y re – nacionalizados), a la vez que se hizo hueco efectivo en la plantilla a jugadores de la cantera como De Gea (aunque en principio se postulaba como tercer portero) y Domínguez, a la postre fundamentales.

También es reseñable que la necesaria sustitución de entrenador no vino protagonizada por el típico iluminado de pasaporte extranjero y chequera gruesa. Se apostó, en su defecto, por un escrupuloso técnico madrileño al que el trabajo le ha envejecido mucho más que los años, circunstancia la cual no es en absoluto habitual dentro del mundo del fútbol. Además, su integración y rápida acogida por parte de la afición colchonera pone de manifiesto que el interés atlético va más allá de caducos pasados profesionales o meros asentamientos territoriales, en tanto en cuanto, para ser asimilado, le ha bastado simplemente con demostrar honradez y ser todo un profesional.

En definitiva, este cambio de filosofía que se fue gestando durante el año anterior parece haber cuajado de cara al presente curso futbolístico, aunque se ha de reconocer que fichajes como el de Salvio lo pusieron firmemente en cuarentena.

Así las cosas, siendo conscientes de que poco o nada se podía mejorar la explosiva delantera atlética, los refuerzos de este verano han venido a paliar las zonas más frágiles del equipo.


Por un lado, se intenta dotar a la zona ancha de una mayor fluidez y combinación con las buenas incorporaciones de Mario Suárez y Fran Mérida (ojito a este último); y, por otro, parece que la cúpula directiva se ha decidido de una vez por todas a cimentar una línea defensiva que, desde la caída del imperio efervescente Pablo – Perea, siempre ha estado en barbudo entredicho.


En tal sentido, se antojan imprescindibles los fichajes de Godín y de un buen lateral derecho (podría ser por rendimiento y calidad Fanni, pero me parece que ya tiene poca progresión), toda vez que a Juanito no se le espera (además le queda un año de contrato) y Ujfalusi tendrá complicado subir tantas veces la banda como acostumbró en su brillante temporada anterior.
Está fuera de toda duda que el fichaje de Filipe Luis, en caso de que se constate plenitud física por su parte, es una excelente adquisición para el Atlético de Madrid, pero tampoco debemos olvidar que no son las artes defensivas el terreno en el que más destaca.

Por ello, se precisa un trivote de zagueros sólido y de garantías (como el que en la selección resguarda con fiabilidad al anárquico Sergio Ramos) si queremos que el lateral brasileño pueda optimizar, sin restricción alguna, todas las enormes potencialidades que quedaron lastimosamente suspendidas bajo el cuerpo de Iraizoz.

POSDATA: Confiemos en que nuestros representantes institucionales (que no identitarios) recuerden la triste y reciente historia que nos ha acompañado hasta no hace demasiado tiempo, apenas anestesiada por un legendario doblete cuya morfina deseo no sea necesario transmitir al triunfo en la Europa League recientemente cosechado.

Ilusión y compromiso. Eso significará que volveremos a ocupar el lugar que nunca debimos abandonar.

Pablo López Fernández estudia Derecho y es fiel seguidor del Atlético de Madrid.

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