Por Alex Barbero
Desde hace un tiempo me pregunto que relevancia tiene en un club de fútbol la ocupación de un director deportivo. Las continuas discrepancias que aparecen en los medios de comunicación entre entrenadores y directores deportivos me han hecho creer que este puesto carece de mucho sentido.
Un directo deportivo debe estructurar y moldear un equipo acorde a las peticiones y necesidades del entrenador, pero ¿qué ocurre cuando la situación de un entrenador en el club es efímera?
Veo lógica la contratación de un director deportivo si se da una continuidad al entrenador. En el caso de Ferguson en el Manchester, por ejemplo. Pero en equipos en los que el baile de entrenadores es el pan de cada día, veo una estupidez tener un director deportivo que fiche jugadores para un míster que puede acabar en la cola del paro si el fin de semana resulta negativo en cuanto a resultados.
En España tenemos varios ejemplos, como el de Valdano y Mourinho. Continuas son sus riñas por formar el equipo. Valdano preparó una escuadra para Manuel Pellegrini que no ha resultado beneficiosa para Mourinho. ¿De que sirvió la preparación por parte de Valdano la temporada anterior? El Madrid debería dar plenos poderes deportivos a Mourinho, ya que es el que conoce su plantilla y sabe lo que necesita y quiere.
Otro caso es el del Barça. La longevidad en el banquillo del entrenador no es ningún problema, ya que Guardiola si quisiera podría firmar un contrato vitalicio con la equipación culé. La pega está en el cambio de presidente o de director deportivo, asunto que no le ha venido bien a Pep.
Son solo dos ejemplos de equipos en los que la ocupación de director deportivo es más que un beneficio, un lastre que incluso puede mermar la condición psicológica del club. Por ello creo que los clubes deberían apostar por dar plenos poderes deportivos al entrenador y convertirle así en un mánager general que se ocupe de la planificación total de su equipo
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