Por Alex Barbero
Se podía pensar en un principio, que las ventas de David Silva y David Villa iban a mermar al Valencia. Pero pensando fríamente, nos damos cuenta que, con el fichaje de Aduriz y Soldado claro está, el puesto de los dos internacionales estaba ya cubierto por jugadores extraordinarios. Uno de esos futbolistas es Vicente, un auténtico comodín capaz de cambiar un partido.
Antaño, Vicente fue un futbolista vertial, un driblador nato que cercaba su territorio en la línea de cal pero con la suficiente calidad como para hacer turismo en la mediapunta. Un jugador con físico y cualidades de extremo pero con alma de mediapunta. Un diez.
Las lesiones mermaron una carrera que tenía como objetivo, ser el futbolista más desequilibrante del planeta. El destino se interpuso y encerró a Vicente en una espiral de sufrimientos, un círculo vicioso en el que cada recuperación decaía en otra lesión. Nunca llegó a encontrar la estabilidad en su juego, la regularidad en las temporadas se transformaban en quimeras imposibles de conseguir para el valenciano. Él era la gran estrella de un Valencia que era actor principal en nuestra liga consiguiendo títulos. Conforme iban pasando los años, las opciones del extremo de volver a ser temible, bajaban acorde a las posibilidades del club de hacer frente al Barça y al Madrid. Llegaron nuevos futbolistas para llevar a Vicente al olvido, relegado en el banquillo siendo un mero espectador más. El club ché buscó otros ídolos a los que dedicar vítores y cantos, dejando a Vicente en el lado oscuro del fútbol, manejando en su cabeza la posibilidad de un final anticipado sin que el fútbol le concediese una segunda oportunidad, una reválida para demostrar que esa zurda que enamoró a los grandes, puede volver a brillar.
Parecía que la carrera del jugador iba a ir pareja a la del club. Sin celebraciones, a la sombra de los grandes, intentando reivindicarse cada año pero con aspiraciones menos ambiciosas que habían llenado de ilusión las orillas del Turia. Hasta la presente temporada. El club ha realizado un inicio de campaña envidiable, siendo temido y respetado por cualquier conjunto. Puede que este año sea feliz para el Valencia. Y para Vicente. El puñal de Benicalap vuelve a su cauce. La afición ha podido sentirse dubitativa respecto al gran rendimiento demostrado por el extremo, pero con el gol de ayer, bueno, golazo con mayúsculas, Vicente disipa dudas, entierra turbios pasados, enmudece críticas y renueva esperanzas. El mejor fichaje del Valencia ha sido la recuperación de Vicente. Esperemos que esta vez, vuelva para quedarse.
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