Por Alex Barbero
Entre lágrimas rojas, desesperación, impotencia y desamparo ven pasar los días los aficionados del Liverpool. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Y es que la crisis deportiva e institucional que viven Los Reds amenazan seriamente a la estabilidad del club. Un club que antaño fue la gloria de Inglaterra pero que ahora vive momentos verdaderamente angustiosos.
El equipo en los últimos años ha sufrido agravios en forma de crisis contratiempos económicos, malas gestiones, fichajes frustrados y una situación deportiva algo deprimente. La cuesta abajo de los Reds parece ir sin frenos.
Con la temporada pasada finalizada y el mal sabor de boca que le quedo al conjunto inglés después de no lograr clasificarse para la UEFA Champions League, la dirección técnica del Liverpool decidió prescindir de los servicios de Rafa Benítez. El técnico que había llevado al Liverpool a alzarse con una Copa de Europa. Un logro. Aunque es cierto que en los últimos años el equipo ha decaído mucho y que su juego ya no es ni por asomo, el que ha sido. Entonces cogió los mandos Roy Hodgson quien está consiguiendo hundir todavía más al equipo de Merseyside. El Liverpool como gloria viva del fútbol y leyenda deportiva que es, no puede permitirse encontrarse con esta situación.
El comienzo para erradicar esta etapa caótica está empezando a dar a luz. Hicks y Gillet quienes han liderado un desastroso proyecto, venderán el club británico a posiblemente, los dueños de los Boston Red Sox de la MLB, los New England Sports Venture. Esta multinacional deportiva intentara subsanar y liquidar todas las cuentas pendientes del club para así, empezar una nueva era.
La parcela económica parece tener solución. Ahora está la deportiva. El Liverpool está siendo un equipo desmembrado y apático, una escuadra amara que vaga sin rumbo por la Premier League acercándose peligrosamente a las afiladas rocas del descenso. La política del club en cuanto a fichajes era la austeridad manifiesta. Y cuando conseguían dinero, lo han malgastado en traspasos funestos como el de Alberto Aquilani. El equipo debe replantearse las opciones de traspasos y fichar gente de renombre capaz de levantarte un partido. No estamos hablando de un equipo que opte a ser la revelación del torneo o a entrar en la UEFA sino de un conjunto que debería pugnar por llevarse la liga.
Sin duda los que más sufren esta situación son los propios aficionados que acuden al estadio con la vaga esperanza de que su equipo deslumbre y no les decepcionen. Anfield no es un estadio más, es la estructura del fútbol. En cada uno de sus rincones puede respirarse el verdadero ambiente deportivo. Un campo de ensueño en el que todo futbolista desearía jugar y sobretodo, triunfar. Los jugadores deberían pensar en el sentimiento que conlleva pertenecer al Liverpool, en el honor que supone llevar en el corazón el emblema de Anfield. La motivación provocada por el himno debería ser suficiente para que los jugadores empujen y no desfallezcan. Para que el sudor derramado, las lágrimas vertidas y las gargantas afónicas de gritar “You´ll never wal alone” no sean vanos arrojos. El Liverpool puede, y la historia se lo debe.
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