jueves, 14 de octubre de 2010

El Rey León

Por Alex Barbero




La cantera de Lezama ha sido siempre uno de los orgullos futbolísticos nacionales. El fútbol se ha podido nutrir de una variedad asombrosa de fantásticos jugadores gracias al filial bilbaíno. El último gran fruto de esta trabajada escuela es Fernando Llorente, quien tras unas temporadas a un gran nivel, está dando el salto cualitativo que le codearía con los grandes a nivel internacional.

Aprendiz del ex delantero rojiblanco, Ismael Urzáiz, le tocó vivir unos años a la sombra de este, sin que la afición tuviera muy claro el magnífico porvenir que le tenía guardado el destino. Con la llegada de Joaquín Caparrós a los banquillos de San Mamés, la figura del riojano se vio reforzada y su consolidación como ariete del equipo era ya total. Hasta el punto que Aritz Aduriz, una de las grandes joyas que habitan en nuestra liga, tuvo que marcharse al Mallorca debido a la preferencia que ostentaba a su favor Fernando Llorente.

La temporada pasada y el presente curso están siendo de ensueño para el delantero. Su participación tanto en Bilbao como en la Selección española está siendo fundamental para los buenos resultados. Un cazagoles nato que hace las delicias de los espectadores.

Pero, a pesar de su robusta apariencia, no es un delantero torpe ni mucho menos. Un jugador talentoso que se ayuda de su envergadura para salir airoso de cualquier confrontación. Por arriba no tiene rival y por el césped, quien quiera arrebatarle el esférico, tendrá que sudar. Es fácil recurrir al pelotazo para que Llorente baje la pelota o la prolongue, recurso que realiza excepcionalmente y del que su equipo suele sacar provecho, pero no sólo es un delantero rematador, sino que tiene calidad suficiente para aguantar el cuero en los pies, regatear, aguantar o tirar un pase. Un jugador completísimo.

Aunque es cierto que su mayor virtud es el gol. Sus movimientos en el área son de libro, un 9 puro que puede matar el partido con un toque. Cualquier balón llegado desde la banda puede ser ocasión de gol si lo ataca el riojano. La efectividad está siendo su compañera de baile y los halagos no hacen más que desembocar en rumores sobre su cambio de equipo a un grande. Era de esperar. Cuando un jugador sobresale del resto, le salen novias por doquier.

Personalmente pienso que Llorente ya está en un equipo grande. Más que grande, es un clásico. Pero también creo que, muy a pesar de las gradas de San Mames, debería buscar límites más allá de luchar por la Copa del Rey. Jugadores como Julen Guerrero o Fran Yeste tuvieron la oportunidad de emigrar. Cualidades les sobraban para disputarse el puesto con los grandes del mundo, pero el corazón tiró más y decidieron quedarse en casa. Creo que si Llorente quiere marcar su nombre a fuego en la historia, debería pensar en un futuro más ambicioso. No por dinero, sino por gloria. El Athletic siempre estará allí, esperando la vuelta del hijo pródigo. Los aficionados no le guardarán rencor –que se lo digan a Torres- y su regreso, dependiendo del destino, puede ser aún más triunfal. En su cabeza está la solución.

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