Por Alex Barbero
La temporada pasada, con el Mundial a tiro, en España nos dedicábamos a debatir qué portero guardaría mejor el arcade La Roja. Las opciones eran tan sólo dos, Iker Casillas y Víctor Valdés. El tercero en discordia, a quien nadie tomaba como relevo era Pepe Reina.
Nadie tomaba enserio la opción de Reina para ser el suplente de lujo, sino que se le relegaba a un tercer plano, lejos de los focos de atención que copaban Casillas y Valdés. Reina no hizo mala temporada ni mucho menos, pero su equipo destacó negativamente y eso hizo mella en el madrileño. Sus opciones de ir al Mundial estaban intactas ya que Vicente Del Bosque confía plenamente en sus aptitudes. Lejos de sentirse dubitativo, el salmantino aseguró que Reina era el segundo portero de la selección.
Parecía que ese mal trago se iba diluyendo poco a poco con el buen hacer de España en el Mundial, y que el estúpido debate quedaba lejos con el alzamiento de la Copa del Mundo. Reina volvía a sentirse feliz y querido. Pero esa felicidad iba a durar poco.
El Liverpool es un equipo que en los últimos años ha pegado un espeluznante bajón, debido en buena parte a la mala política de trasnferencias. No han llegado jugadores con la calidad suficiente como para colocar a los Reds en el lugar donde se merecen. Reina es sin duda, uno de los estandartes. Una pieza clave, un buque insignia, un jugador insustituible. Para muchos, en los últimos años, había ostentado con justicia el trono de ser el mejor guardameta de la Premier. Sus compañeros de equipo le catalogaban como el mejor cancerbero del mundo. No ha habido nunca dudas en la ciudad de los Beatles. Hasta este año.
Nefasto inicio de temporada el que ha tenido Reina. Ha sido el protagonista negativo de su equipo al protagonizar errores impropios de un portero de su talla. Errores que sin duda han causado pavor en las grandas de Anfield y que habrán mermado la mente de Pepe, acomplejándolo y haciéndolo sentir inseguro de si mismo. Esa inseguridad se hizo patente en el inútil encuentro que enfrentó a la selección argentina de fútbol frente a la española. Allí, Reina regaló inocentemente el gol a carlos Tévez. Un fallo que de no ser un partido amistoso, habría cosechado multitud de críticas con el objetivo de desacreditar la capacidad de Reina para atajar balones.
En la cuarta jornada de la Premier League, el Liverpool visitaba el mítico St. Andrewsy sin duda el tembleque de rodillas era una epidemia en el vestuario visitante. Cuando la mala racha afecta al campo psicológico, poco puedes hacer para no salirte del partido. Y si los jugadores estaban afectados, que de decir de Reina. Sin duda todos los ojos iban a estar dirigidos a él. Sólo haría falta un pequeño error que actuará como cerilla para incendiar toda una mecha de duras críticas hacía el español. Un español que había vivido tiempos mejores en Merseyside.
Pero llegó el momento de reivindicarse y el bueno de Reina se lució ante 27.000 espectadores. Los futbolistas del Birmingham se estrellaban una y otra vez contra el enorme muro que defendía las intenciones del Liverpool. Jerome y Gardner no se lo podían creer. Les faltó llorar al equipo entrenado por Mcleish.
La conclusión es que Reina salvó un punto vital, fue el mejor del partido y otra vez se van disolviendo las críticas como haría un azucarillo en el agua. Hay que reconocer la injusticia de las dagas lanzadas con furia a la espalda de Reina. Es un enorme profesional, un magnífico portero y una bellísima persona. Su participación en el equipo red es imprescindible, por eso acusarle a traición es inmerecido. A Reina le faltaba un empuje, un aliento de ánimo después de lo sucedido. Ahora parece que tiene de nuevo las pilas cargadas y su motivación está completa. Que tiemblen los Killers de Inglaterra, Reina está de vuelta y quiere subirse al trono.
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