Por Unai Ezkurra @UnaiEzkurra
Un partido de fútbol normalmente dura un periodo de noventa minutos, en el que cada contrincante tiene la misión de vencer al otro. Nada más lejos de la realidad en este caso.
No me gustaría centrar el análisis del partido en la persona de Roberto Mancini, pero mi ira personal hacia tan rácano planteamiento futbolístico por parte del italiano no me lo permite. Visto lo de hoy, queda claro que Mancini no puede seguir en este Manchester City. El italiano no tiene ambición ni capacidades para dirigir un equipo con esta cantidad de recursos futbolísticos. Y lo que es peor, no tiene la capacidad psicológica que necesita un entrenador para gestionar un vestuario que tiene en sus botas tanto ego como calidad.
La actitud pasiva de Roberto Mancini es digna de análisis. Por el momento nos centraremos en sus decisiones. Después de haber tirado a la basura ochenta y cinco minutos de un derby, y hacer un tímido amago de ir a por el partido en la recta final del mismo, a Mancini no se le ocurre otra cosa que cambiar en el último minuto, con cero a cero en el marcador, a su delantero estrella. Si ya con la salida del argentino se había tirado piedras contra su propio tejado, el italiano completa la faena dando entrada en el minuto noventa y tres a Manuel Adebayor. El togolés ve así “premiada” su fantástica actuación en los últimos partidos, supliendo con creces la baja del capitán Carlos Tévez.
Si, ya sé que sólo me he centrado en un pequeño detalle del partido, en un detalle que sucede en el minuto noventa y tres. Pero, sin ser un visionario, lo que me enseña este detalle es que a Roberto Mancini tarde o temprano se le va a revelar el vestuario. Yo apostaría a que ya ha sucedido.
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