Por Alex Barbero
El Camp Nou fue el escenario, el Barça el actor principal y el Madrid un mal secundario que apenas pudo digerir con hombría las cinco puñaladas que asestó el nuevo líder de la liga. La superioridad insultante certificaba que el club catalán es el mejor equipo del momento y seguro que falta poco para situarle en el top one histórico. La leyenda se agrandó con la goleada de anoche.
El partido resultó un monólogo del Barça que empezaba dominando con claridad el juego y resultando más efectivo a la hora de robar el esférico. Los jugadores del Madrid se movían commo marionetas inertes dirigidas por un mal titiritero. Deambulaban por un terreno de juego que se veía invadido por una multitud de camisetas blaugranas que paseaban por el césped bailando con el balón. Xavi era el director de una orquesta que no desafinó en ningún momento y que incluso se encontró con alguna nota afortunada. Así llegó él primer gol del encuentro, un pase milimétrico de Iniesta que rompe una defensa maltrecha y somnolienta llega a Xavi, el mejor mediocentro del mundo y si cabe, de la historia, quien controla con algo de fortuna y bate a Casilas con una sobriedad propia de un cazagoles de área más que de un organizador.
A partir de aquí la superioridad se incrementó a un nivel que traspasaba los límites de la humillación. El Barça conseguía combinar en cualquier metro cuadrado del terreno de juego mientras las ánimas desalentadas de los futbolistas del Madrid miraban alelados como el cuero pasaba por delante suyo y no podían siquiera rozarlo. La ventaja que tiene el Barça es que todos saben como dar un pase fácil y colocarse para recibirlo. Formaban grupos de tres jugadores y cuando el Madrid basculaba para intentar robar la posesión, el Barça cambiaba la dirección del juego con pases tan milimétricos como brillantes. El segundo tanto vino con una jugada trenzada en la banda derecha, un cambio de juego a la banda izquierda donde Villa esperaba solo ante la pasividad manifiesta de Sergio Ramos quien fue el peor del partido, para controlar, recortar centrar y celebrar el tanto de Pedro que estaba en el segundo palo para empujar el balón.
El Madrid daba señales de vida de vez en cuando pero su carga de batería estaba bajo mínimos. Un amago de aviso por parte de Di María e internadas por banda de Cristiano eran lo único reseñable en ataque del Madrid. Entre medias, una tangana cargada de tensión por ser Ronaldo y Guardiola los protagonistas. Riñas de niños pequeños que se saldó con unas cuantas tarjetas amarillas bien sacadas por Iturralde. En el borde del descanso se plasmó la gran polémica del encuentro. Valdés derribó a Ronaldo dentro del área, algo que el trencilla interpretó como legal y dejó seguir el juego.
Con esto llegamos al descanso donde se esperaba que el Barça bajase un ritmo increíblemente alto y el Madrid pusiera algo de orgullo sobre la mesa ya que las sombras que vestían la camiseta blanca no habían dado señales de recuperación. Mourinho sucumbió a la tentación y sacó a Lass por Özil para intentar contrarestar el superlativo mediocampo azulgrana con un trivote casi esperpéntico que no hizo sino dar más facilidades a la imaginación de Xavi, Iniesta y Busquets. Queda claro que no por poner más defensa se va a defender mejor. Con el mediocampo ocupado en frenar a Xavi e Iniesta, apareció Messi para hacer de las suyas. Algo desaparecido el argentino en la primera mitad, resucitó en el descanso para matar el partido. No consiguió marcar, pero fue clave en los siguientes tantos de su equipo que ya se regodeaba con una goleada cuando David Villa por doble partida volvió a dejar patente la calidad del Barça en el último pase y la incompetencia de la defensa merengue la noche de ayer. Dos goles con sello propio que ajusticiaban a un Madrid mermado y con el temor de recibir una goleada más severa.
La respuesta del Madrid se debió quedar en el Bernabéu porque con los goles de El Guaje en apenas diez minutos, los blancos bajaron los brazos y se dedicaron a despejar balones, rifar jugadas y esperar a que Iturralde señalara el pitido final. Por su parte el Barça seguía corriendo, combinando y demostrando una compenetración máxima a la hora de atacar o defender. Cualquier aficionado al fútbol se deleitó con la exhibición mostrada en el Camp Nou.
El definitivo gol llegó en el tiempo extra cuando un balón cruzó en paralelo el área del Madrid ante las miradas atónitas de los defensas. Jeffren se aprovechó de un Ramos totalmente entregado para batir a Casillas. Repaso escandaloso que certificaba la superioridad de un club sobre otro. Cuando parecía que estaba cortado todo el bacalao, Ramos decidió dejar otro motivo para calificarle como el peor jugador del partido. Asestó un patadón brutal a Messi por la espalda quien minutos atrás había tenido un feísimo detalle con Carvalho al simular un codazo del portugués. El argentino recibió tarjeta por esa vergonzosa acción. Ramos acabó expulsado y no contento con aquello se dedicó a apartar jugadores rivales a ritmo de empujones o agresiones.
El partido acabó con bronca y regodeo del Barça. Merecida victoria que no justifica algunas actitudes como la patada de Villa a Khedira, la entra de Piqué a CR o la simulación de Messi. El Madrid mostró una apatía sin precedentes y volvió a Madrid con el orgullo herido. El estilo de Pep triunfó aplastando a un equipo desconocido. Mourinho deberá tomar nota de quien puede representar al Real Madrid y quien no. Muchos de los once que se arrastraban por el Camp Nou no merecen lucir su escudo en el pecho.
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