Para empezar, un amistoso tiene un efecto limitado, pase lo que pase se puede ver como un mal/buen día del que nadie se acordará con el tiempo ya que, al final, lo que cuenta son las competiciones oficiales. De poco nos serviría un amistoso entre Real Madrid y Barcelona, por ejemplo, si uno de los dos equipos sólo se motiva para el partido que de verdad cuenta, el 29-N.
España, la campeona del mundo desde hace cuatro meses, ha vuelto a encajar cuatro goles en un amistoso contra otra selección de cierto nivel (acordémonos de Argentina). La única diferencia es que contra la albiceleste La Roja se hundió en el primer tiempo y, en este caso, fue en la segunda mitad.
Pero los síntomas son parecidos, quizá no falta de motivación exactamente, sino que también nuestros rivales se lo toman mucho más en serio para decir luego: "He ganado a la mejor selección del mundo". Y el caso es que lo seguimos siendo, a pesar de unos últimos 45 minutos en los que dio la impresión que España se había rendido a la evidencia.
La velocidad de las contras portuguesas ejemplificó el principal error del encuentro: jugar un duelo de ida y vuelta, veloz y sin control, en el que los puntas portugueses ganaban constantemente la espalda a la defensa española. La prueba del nueve de todo esto es que no tuvimos prácticamente noticias de Xavi, Xabi Alonso, Iniesta o Cesc en todo el encuentro.
A pesar de cierta tensión e igualdad inicial (que parecía un compromiso oficial), los portugueses jugaron con mucha más idea de lo que pretendían. Para ellos era un examen importantísimo y lo aprobaron con nota. A España, además, le hundieron los dos primeros goles que llegaron en los peores momentos de cualquier partido: en el minuto 45 y nada más comenzar la reanudación.
El desbarajuste defensivo se acrecentó con los numerosos cambios que, como casi siempre en estas situaciones, sólo sirven para despojar de su esencia al equipo y hacer experimentos como la pareja de centrales Arbeloa-Marchena, la recuperación de Torres (que habrá sido una de las pocas veces que haya coincidido en el terreno de juego con Llorente), etc.
En definitiva, resultado demasiado abultado para un encuentro en el que Portugal supo maniatar a una España cuyos internacionales, en la mayoría de los casos, se dedicaron a regalar el prestigio que la selección se ganó a pulso los dos últimos años. Ya sabemos que, ahora, todos querrán batir a la campeona, pero tampoco hay que ponérselo tan en bandeja.
La parte buena es que tenemos los jugadores y la táctica adecuada, aparte de que todavía este equipo no ha fallado en las grandes citas (ha ganado todos los partidos de su grupo de clasificación para la Eurocopa). Sin embargo, es lógico que aparezcan las dudas cuando ha vuelto a pasar lo mismo en un periodo de tiempo tan corto.
El próximo gran amistoso está previsto en agosto contra Italia, en el país transalpino. Otro equipo que querrá demostrar que vale ganando a España. A ver cómo reaccionan en esa ocasión los hombres de Vicente del Bosque. Desde luego está claro que el mister no permitirá que vuelva a haber una derrota abultada contra un rival de cierto nivel, por mucho que sea un amistoso...
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